Una estancia en el tiempo.

Una vez me sentí que el tiempo me abrumaba, que paraba y no dejaba paso a la continuidad. Me sentí estancada, no sabía guiar mis pasos, por una vez no tenía planes ni objetivos, pero tampoco quería dejarme llevar así sin más. No sabía qué pensar, las horas no pasaban, me encontraba en medio de un sin saber, y me preguntaba, qué acontecería en mi vida más allá de los cinco minutos siguientes.

¿Qué pasaba?. Es como si todo me diera igual, había perdido la fuerza de luchar, porque no sabía hacia dónde dirigir mi energía.

En la búsqueda de una salida, te imaginé conmigo, tú hacías que viera el mundo diferente, tú me enseñabas un camino, una salida, tú si tenías planes que podríamos trazar juntos.

Se hizo una ráfaga de luz en ese momento, ya imaginaba un mundo compartido de sueños, de realizaciones, ya sí había un motivo para luchar.

Me diste la mano, caminaste conmigo, miraste un mismo horizonte, y no te importó qué pasaría.

Yo nunca había esperado algo así de tí. Pero me enviaste una señal de avivar nuestros deseos.

Abrazados, temblando, en un margen donde nadie había estado antes. Ante un paréntesis que nunca nadie conocería.

Era nuestro pequeño mundo, un mundo de objetivos juntos, un mundo de lucha juntos, un mundo tan nuestro que era invisible, imperceptible a los ojos del mundo.

Allí en ese pequeño espacio, comenzamos a arropar el mundo juntos.