Eran chiquillos, eran vecinos, eran....

Respiraba un aire nuevo, era la apreciación de su cercanía.
-¿Has viajado muy lejos? -sollozaba María, al mirar a Alberto.
-Sí, he estado lejos de tu mirada, pero ahora estoy contigo para contarte.

María parecía expectante, dudaba en realidad que todo fuera real.
Era Alberto, su mejor amigo, y había estado lejos (en distancia, y no sólo físicamente, también alejado de su corazón)

Aquel corazón frágil de mujer que había amado por encima del viento, del aire y de la naturaleza en general. Pues para ella Alberto era su guía: el pedestal que la elevaba a soñar. Era la base de su vida hasta en pequeñas cositas, y ella no se había dado cuenta, de todo lo que le amaba hasta que él marchó lejos.

Un paseo por árboles de hojas planas y abiertas que les daba la bienvenida a un comienzo.Eran unos amigos que volvían a mirarse con impaciencia, a enredar sus manos para sentirlas unidas, a incitar a sentir un dulce abrazo.

-¡Cuántos deseos! -suspiraba María mientras le abrazaba con delicadeza, como si él fuera una tela de seda delicada, y pudiera estropearse.

-¡Te he necesitado tánto, María!- Alberto la miraba con ilusión y melancolía.-He pensado muchísimas veces en llamarte, pero pensaba que tú no te acordarías de nuestra amistad y bueno, creí que podría darme tristeza el hecho de comprobarlo.

-Sí, Alberto tienes razón, yo no te lo demostré mucho cuando éramos amigos, porque no lo sabía, yo no sabía hasta que me levanté y no pude ir a tu casa a verte, no sabía lo mucho que te necesitaba en mi vida.

-Ahora será diferente - miraba convencido Alberto a Maria, como si sus ojos expresaran que no volvería a abandonar su amistad.

Porque.....

Eran dos chiquillos cuando se conocieron, eran vecinos, eran .......no lo sabían ni ellos, pero eran uno sólo.