En la playa

Era el mes de Mayo en un día laborable, pero Jana no trabajaba ese día y decidieron ir a la playa donde una vez se conocieron. Era una playa natural con bonitas dunas y algunos pelícanos de preciosos colores, todo ello hacía que pareciera un sitio medio salvaje. Jana se había comprado un biquini color negro, que contrastaba con su piel blanca, su figura estaba marcada por los músculos porque hacía deporte, y Miguel al contrario que Jana tenía un cuerpo más blandito pero su piel era muy suave.

El mar se pronunciaba con un pequeño oleaje. Decidieron darse un baño, iban cogidos de la mano. Miguel la tomó con fuerza, pero al entrar las olas sacudían sus cuerpos. Se miraron con una sonrisa, y notaron el frío del mar, empezaron a dar saltitos para que se les pasaran y en un abrazo se sumergieron dentro.

Nadaron un rato para que se les pasara el frío y por suerte el sol hacía acto de presencia caldeando sus cuerpos. Decieron descansar un rato. Miguel no paraba de mirar a Jana con amor y deseo, su cuerpecillo ahora mas rojizo por el sol hacía que la deseara a cada instante un poco más.

Ya no podía contenerse más, estaba preciosa su pelo moreno mojado cayendo sobre la piel clara de su rostro le daba un toque excitante, atrayente, le volvía loco.

Fue entonces cuando abrió mucho sus brazos para abrazarla y unirse a ella con fuerza, y con mucha ternura a la misma vez. La besó.

Fue un beso largo y profundo, el más erótico que nunca había tenido. Ella alzó sus piernas y se sentó encima de él, no pudo parar de besarlo, primero jugando con sus labios, luego dejándose llevar hacia lo más recóndito de la profundidad de su boca.

¡No podía creer que Miguel fuera su marido!,¡no podía creer que hubieran pasado 10 años juntos!.

Se encontraban allí como amantes, como si de una aventura sensual, y apasionada se tratase.¡Era increible, cómo sus miradas eran fugaces y llenas de calor y ardor!

Los dos entendieron, que últimamente habían estado separados por motivos de trabajo, y el volver a verse como por primera vez les hizo recordar lo mucho que se amaban y deseaban.

Sí, se deseaban después de tanto tiempo unidos conviviendo y compartiéndolo todo, y allí se encontraban amándose al igual que la primera vez.

Miguel, mientras le acariciaba la cintura pensaba que estaba con la niña de su vida, la que conoció siendo adolescente y que todos esos momentos que parecían ya borrados a causa del tiempo y la rutina, volvían de una manera especial.

Pasaron las horas, y decidieron pasear de la mano como novios esta vez, mirándose a los ojos, dándose pequeños besitos en la nariz y en la boquita, riendo y sin apenas hablar, preferían mirar el paisaje y se demostrarse su amor.

La mañana pasó y cayendo la tarde se sentaron en la arena y una vez más, volvieron a enredar sus cuerpos acostándose en la toalla y se tapándose con una pequeña mantinta, abrazados no resistieron más y se dejaron llevar por sus caprichos amorosos.

Miguel no podía creerlo, fue el día más apasionado, más que su luna de miel, sin presiones, sin obligaciones, sin la pequeña Jany ajetreando por ahí. Ellos sólos como amantes, como novios, como esposos, y siendo los más enamorados.

Jana miró a su marido, y pensó que le quería más que a su vida, que daría cualquier instante como el más preciado por tenerle. Su mirada acercándose a ella, y besándola era su vida. Nada más importaba mucho en el mundo, tan sólo él y el fruto de sus pasiones (la pequeña Jany), y lo demás no merecía la pena.






Su hermoso mundo delante de ella.