viernes, 7 de mayo de 2010

En un mundo maldito Capítulo 12




Tras leer aquello, supe que me estaban colocando pistas de mi vida pasada, o mejor dicho de u mi auténtica vida. Todo esto parecía planeado, sin duda. Azuli mira por la ventana, ella no se percata mucho de mi intención. Y mientras tanto seguimos el coche de Javier. Toma la autopista, me alegra, así puedo leer algo más:

....te encontré, en el mejor viaje de mi vida. En un hotelito de fachada blanca, con una verja azul celeste....Era el pueblo Indalo de Andalucía: todo encanto, me sorprendía viendo las macetas con geranios, colgando de los balcones, era pura alegría. En aquel hotelito de aquella calle estrella estilo mozárabe, un tanto misteriosa, pero con una luz especial, que hacía que sus balcones, con macetas, dieran resquicios de paz y vitalidad.

Me encontraba junto a tí, nos acabábamos de levantar las sábanas todavía olían a nosotros. Tu me habías acariciado segundos antes, y yo lo había sentido, pero tenía aquella sensación que todos hemos tenido, mezcla de placer, de ternura y amor..una sensación maravillosa.

Aquella sensación no me permitía abrir los ojos todavía, un leve gemido, y el roce de las sábanas, con tu olor, me hacía sentir en la gloria. Tu te habías incorporado y te dirigías hacia la ventana.

Era primavera, y el sol salió para recibirnos. Te miré de reojo, haciendo amago para despertar, y allí estabas tu, con tu hermosa figura marcada. Tu espalda cubría la ventana.. esa espalda.. que me daba tanta protección. Tus piernas contorneaban haciendo sombra en la habitación. ¡Como me gustaba mirarte así!

Estabas poderoso ante mí, pero tus gestos eran tranquilos, aunque tu no lo eres...y te mueves mucho...pero se te notaba con confianza. Eso sería porque entre nosotros, no había que disimular, sobreactuar, ni interpretar ningún papel, eramos nosotros. Y eso me hacía relajarme.

Me acerqué a tí, por la espalda y puse mi carita en tu hombro, y te besé el cuello, todavía olías a fresca mañana, pero tu olor después de la noche, era todavía más personal y eso me enamoraba una y otra vez.

Tu giraste tu cara, y entonces vi tu perfil, ese perfil personal que me hacía abrir las pupilas. Me besaste suavemente, y me mirabas una y otra vez, nos volvimos a acariciar, ahora suave, y tu pelo se mezcló con el mío.

Ya no había tiempo, se había parado, ya no habían prisas ni preocupaciones, el sol nos calentaba por la ventana, era como si nos guiñara un ojo, para que ese momento fuera nuestro, íntimo y ese rayo que caldeaba tu mirada, fué el que me hizo sentir, que te necesitaba, que te quería, y que no podría pasar un día más sin contemplar tu mirada.

No hay comentarios:

Estas Navidades

  Todo aparece y desaparece en un segundo, es el tiempo el que trascurre sin pensar, o sin parar.   Y en cada  atardecer estás ahí, parada o...