domingo, 12 de septiembre de 2010

Ese abrazo







El calor suave y aromático de tu ser, me hace que vuele e imagine toda clase de vivencias contigo. Puedo imaginarte abrazándome, pasando tus manos lentamente subiendo y bajando por mis brazos, a veces imagino que se quedan ahí un tiempo, permanecen quietas, para volver otra vez, como una suave balada, que acaricia los sentidos al tocarme, pero esta vez penetrándolas por todos los poros de la piel. Tus dedos se han humedecido por el calor del roce, y me mojan apenas sintiendo la humedad. Es una sensación diferente, importante, de fuerza en el sentimiento.

LLegas a mi cara, ahora tu toque sin apenas rozarme, hace un cosquilleo que eriza mi piel. Tus labios han entrado en mis ojos, con cautela, como si pidieran un permiso especial, y mi mirada entrecerrada por tus labios, asiente con deseo.

Tus labios bajan hacia mi nariz, entonces alzo la vista hacia tu frente y tu pelo, el cual está revuelto, y mis manos no se contienen en tocarlo, acariciándolo, como si quisiera peinarlo.

Nuestros labios se unen, no se besan, solo se compenentran para formar una sola unión, y es cuando muevo los mios, investigando los tuyos, quiero saber cómo son, qué contorno tienen y si encajan con los mios. Cómo si de un puzzle se tratara, coloco con cautela las piezas de mi cara sobre las tuyas, y quiero que se encuentren en una sola; acabada, terminada.

Tus manos entran en un masaje con mis hombros, descargan mi tensión, mis nervios. Y respiro profundo, ahora te veo, ahora ya estás conmigo como tanto he deseado. Me das tranquilidad, el sufrimiento se marchó. Lo veo en tu mirada cercana, cálida y muy sincera.

Lo único que se me ocurre, ante tanto sentimiento mutuo, es abrazarte, quiero que sientas que con este abrazo, entras en mi alma, compartes mis pensamientos, y ya no habrá dificultades, sólo amor.


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