jueves, 2 de septiembre de 2010

Caminante




Camino errante, por mi viejo sendero, observando las piedras que un día tras otro piso y contemplo. Voy hacia la aldea, como todas las mañanas, y noto, que cuando miro el paisaje, mi mente se queda en blanco, y pienso, que el llevar esta vida tan contemplativa y llena de paz, podría hacer, que algún día deje de pensar.

Los mañanas pasan, y siempre camino hacia la aldea. El paisaje cambia con los días, con las estaciones, con los años. A veces florece, otras veces se seca, o puede que hasta se encharque. Pero mi mente no cambia, no pienso en nada. No tengo mucho en que pensar; tan sólo rutinas.

Vivo sólo, y nadie viene a verme. En algunos momentos del día, suelo pensar:-¿Qué errores habré cometido, para que me ocurra esto?-me pregunto en silencio.

Mis hijos dejaron mi casita de campo, cuando fueron a estudiar, cuando se casaron. Apenas sé de ellos. Creo que no eran lo suficientemente felices.No les dí,la vida que deseaban.-¿Pero qué pude hacer yo entonces, sí no conocía otra vida, ni otro oficio que ser un buen pastor?.

Ahora la soledad se ha apoderado de mí, a veces veo que me cuesta escribir, hablar o relacionarme con el mundo. Y me aislo en mi casa.

Aunque hoy tengo una pequeña ilusión, he conocido a otra anciana. Ella está tambien sóla y desprotegida, es dulce y cariñosa. Cuando llego a la calle principal de la aldea, la veo en la puerta de su casita, sus cabellos blancos se iluminan con el sol, se deja caer un mechón en sus mejillas, que se escapa de un moño no muy bien colocado. Mira con despite, debido a la edad: porque ella en sí, no parece una señora despitada, y me sonrie.

-Buenos días los de Dios-se apresura con cierta jovialidad; a pesar de su edad.

A mi se me ilumina el rostro, es una sensación tan emocionante a mi edad, que me sonrojo de pensarlo. Pero ella me dá esos minutos de felicidad, tan añorada debido al paso del tiempo.

Yo tuve una mujer: la quería, ella a mi tambien. No fue un amor pasional, fue el amor de toda mi vida, crecimos juntos, y pasaron los años, con dulzura, hasta que su enfermedad, la apartó de mi lado.

Nosotros teníamos una gran confianza, mucha complicidad, y nos necesitabamos. Pero recuerdo que cuando nos conocimos éramos muy jovenes, y bueno... siempre habíamos estado juntos. Y un día decidimos casarnos: no fue nada romántico, fue más bien, no hay muchos habitantes, estamos solos, y así nos haremos compañia. Aún así, siempre la quise. No nos amamos con pasión en nuestros momentos íntimos, pero sí, con dulzura.

Ahora me sentía, incompleto, a medias, sin mi mujer.

Por esta razón, caminaba día tras día a la aldea, sin pensar en nada. Había una especie de bloqueo, que me impedía pensar en ella. Por primera vez, pensé que si la recordaba, moriría de pena.

Con los años, me acostumbré a estar solo, asi fueron pasando los años..

Ahora conocía a otra mujer, que me daba vida, nunca había sentido nada igual, nadie me había dado tanta alegría con solo una mirada. Ahora, a mi vejez estaba enamorado.

Tenía miedo de lo que sentía, de lo que pudiera sentir, era todo tan desconocido para mí, que temblaba mi cuerpo.

Pero tenía que verla, tenía que volver a la aldea...

Ahora, si tenía un pensamiento, puro, limpio y lleno de amor y pasión. Ahora sí....

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