Un encuentro inesperado. Capítulo segundo.

Marta al volver a casa tenía siempre la misma ilusón, conectarse a internet y chatear con Gabriel. Ella le contaba como le había ido el día: sus ilusiones, sus fatigas y todos estos relatos, con un toque de cariño y humor.

Pero, lo que Marta no sabía era que dentro del mundo distinto de Gabriel, él encontraba en la vida cotidiana de Marta un consuelo, pues aquella vida tranquila y sencilla, llena de cariño, de frases humildes y vocabulario claro y escueto, había llegado a su corazón aportándole una brisa fresca, sin malicia, sin trampas, sin doble sentido, todo era tal cual parecía, y tal cual ella se lo mostraba.

Cuando Gabriel se conectaba con Marta, olvidaba el día estresante, las luchas con clientes, los engaños y sutilezas, a los cuales cada cinco minutos solía hacer frente. Ahora, en el estudio de su casa, sobre una mesa de diseño y envuelvo de los muebles más sofisticado diseñado en Alemanía, encendía su portatil y se transportaba a otro mundo; a un pequeño pueblo del levante español, a una situación nueva para él, a una niña preciosa, cuyos únicos intereses era compartir algunos de sus sueños con él.

Se encontraba tan bien acompañado, que no podía evitar prepararse un chocolate caliente y una magdalena como cada noche que hablaba con ella. Mientras mojaba la magdalena en el chocolate, marta le decía que había cerrado la tienda con la Sra. Martínez, y se habían tomado un cortado en el bar. Gabriel la notaba ilusionada, cuando hablaba del bebé precioso de la Sra. Martínez. Y no pudo evitar pensar en cómo sería tener una familia, una casita con alguien tan especial.

Lo triste en Gabriel, era cuando desconectaba el ordenador, se acordaba de los planes que tenía el fin de semana, con unas chicas que sólo querían que las invitara a restaurantes caros, para así ellas lucir sus mejores vestidos, y de paso intentar "cazar al empresario importante".

Una realidad superficial y triste para Gabriel.