jueves, 17 de febrero de 2011

Es increible como la vida te puede variar en cuestión días, pensaba Paola mientra miraba por la ventana, una taza de café en la mano y un pensamiento lejano, acababa de abandonar a su marido.

Era algo que ella jamás hubiera imaginado, puesto que lo conoció en la adolescencia y llevaban veinte años juntos, se casaron jóvenes sin apenas pensar,como un reflejo inconsciente de amor, no fue una locura, el caso es que si se quisieron durante años y fueron felices, pero hacía por lo menos tres años que no se miraban, parecían desconocidos, apenas se tocaban, no había gestos de cariño y lo peor de todo es que ya ni se escuchaban. Pero ella tuvo miedo, aunque era una mujer muy guapa y lista, ella pensaba que al llevar toda su vida con él, dependía tanto emocialmente como en sus simples rutinas diarias. Estaba triste, continuamente sabiendo que no se querían, y aún así él actuaba de modo egoista cuando ella sacaba el tema de separarse, no quería, casi se lo imponía. Fue dificil tomar la decisión, pero se estaba muriendo en vida, estaba sin ilusión, tenía un problema que no quería ver. Ella lo intentó, pensó que si se apuntaba a clases de guitarra que tanto le gustaban podría ganar ilusión, intentó conocer gente nueva, salir a pasear por las calles, ver escaparates, pero nada la animababa, supo que lo que hacía que estuviera tan triste era el pensar que ya no volvería a sentir el amor, a ilusionarse, a ver mariposas en el cielo o en su propia imaginación, y ya no volvería a acariciar a alguien de manera especial, con alegría, con confianza, y también con pasión de amor.
Eso la menguaba en la vida, le creaba cierta inseguridad.Cuando se asomaba al espejo se veía muy fea,aunque en realidad era preciosa, pero no se sentía así, la habían quitado todo resquicio de alegría.
Hasta que un día tomó la decisión de su vida, y se lavó la cara para sentirse limpia y no culpable y le miró a los ojos y le dijo: " Rafa te he querido como nunca había querido a nadie, he compartido la mitad de mi vida contigo, y ahora simplemente siento dolor de estar contigo, siento dolor de que no me abraces cuando lo necesito, de que no me beses cuando llegas a casa del trabajo, y de que ya no me quieras".

Así, se quedó ella, mirando por la ventana, ya no sentía tristeza, en realidad se sentía aliviada, nueva, otra persona entera para volver a sentir el amor y con esperanza de volver a ser feliz

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