viernes, 1 de julio de 2016

Mi encuentro I



Una imagen tuya vino a mi mente, y entonces decidí ir a verte, ya sé que debí llamarte, un whats, un face yo que sé, pero yo nací en 1977 y por lo tanto soy de la generación que si se me ocurre algo espontáneamente lo hago sin pasar mucho por tecnología (en mi época si claro el teléfono) pero no se usaba tanto, se iba del insti a la zona de encuentros y ¡Oye, emoción!. Allí, te ibas encontrando de casualidad  a los amigos, el chico que te gusta etc.. y así soy yo.
 Pues después de esta introducción que a pesar de todo, (aunque hubiera querido usarla, yo no tenía información tuya de nada.) Ya sé, que aunque podría haberte buscado por face, ya digo no soy de las que investiga. ¡Ains dios mío, si tampoco tengo cuenta de face de que hablo!.
 Esa mañana me levanté sin tener ni billete, y sí fuí a verte allí a Asturias. Tras dos trenes ( uno a Madrid y otro a Asturias y un autobús a tu pueblo) me planté en tu tierra, es más no tenía practicamente nada, tan sólo una dirección que ya no sabía si seguirías viviendo allí, o no sé puede que vivieras con una chica, casado,  extranjero, a saber...y todo por no llamar, pero me salió así del corazón. Ocurrió, porque la noche antes estaba triste y te recordé en un sueño, era una visión muy transparente como si fuera ayer con 22 años, cuando en un viaje te conocí.
 Imaginaba que el teléfono el fijo de casa de tus padres y tampoco andarías por allí.  Así que de perdidos al río, mi impulso iba en marcha y sin frenos.
El viaje me resultó pesado, caluroso y cansado. Yo iba con un vestido ancho, botas y el pelo amarrado por una cinta, echa polvo y desmaquillada, pero a pesar de las ojeras, me gusté al verme reflejada en el cristal, me sentí natural como tú eras conmigo y me calmé pensando en mis recuerdos pasados.

LLegué al hotel y me duché, me cambié de ropa,  ahora andaba en vaqueros cortos y camiseta, seguía con un estilo cómodo y decidí salir.  Anduve por tu pueblecito. Para ser sincera no esperaba verte a pesar de toda la locura porque yo en estas cosas nunca he tenido suerte. Andaba recordándote, yo no te llegué a besar, y eso fue una espinita que llevaba ( a mis 22 tenía novio formal, pero eso no evitó lo mucho que me gustastes). Ahora me encontraba allí, y andando, andando pasé por la tienda de tus padres y de repente el corazón me volcó como si cayera por una pendiente empinada, eras tú.

Te reconocí rápidamente ibas como en mi sueño con perilla marcada y tu cara de travieso se había convertido en la de un hombre firme con piel suave y ojos templados. Me enamoré nuevamente al segundo, o quizás nunca te dejé de querer.

Continuará..

No hay comentarios:

Estas Navidades

  Todo aparece y desaparece en un segundo, es el tiempo el que trascurre sin pensar, o sin parar.   Y en cada  atardecer estás ahí, parada o...