Lugares más lúgubres lamentaban aquellas lágrimas con tímida nostalgia. Tenebrosos momentos de amargura, fueron testigo de su lamento ahogado.Cuando la explicación se escapaba de las manos y aún así esa respuesta era inútil. Viendo el dolor que le causaba y con escarcha entre los dedos, no alcanzaba a quemar tan frío pesar. Las marcas heladas lastraban un férreo pensamiento anclado en una garganta sin habla.
 Deseaba poder articular un sonido que le  pudiese 
liberar algún  movimiento,  pero su recuerdo se remontaba quedando 
inmovilizado en su cerebro. Y la voz encadenada gritaba en el leve sonido de un ruido sordo.  
 A
 pesar de su dolor, recordó un momento en el que fue realmente feliz 
durante la dosis de sentimientos envenenados. La luz más cegadora 
escondía la oscuridad eterna, irónicamente la ceguera era igualmente 
perturbadora en ambos casos. 
 Entonces quiso encender su mirada 
para poder alcanzar algo de esa luz con claridad y que la oscuridad no 
le amenazara más. Y decidió sin apenas fuerza buscar en aquellos 
fragmentados sentimientos, alguno que irradiara algo de luz. 
Las muescas
 en las retinas se ataviaban de ridículas figuras que en el juego de 
sombras cautivaban un entorno inestable. Mientras las fichas caen 
armónicamente, el tiempo se escurre entre granos de arena que ahogan el 
aliento en una corriente movediza. 
 Un rápido paseo de recuerdos 
había marcado su vida, su vitalidad, su fuerza, su poder. No se daba 
cuenta del giro lastimoso  que aquel peligroso camino había transformado
 su forma de ver la vida y el amor.
  Así carente libertad recorría 
aquellas callejuelas sin salida aparente. Los letreros luminosos se 
difuminaban en imágenes turbias que mareaban esa cabeza en la que las 
luces parecían fundidas. Nunca la calma fue tan profunda mientras el 
frío viento le golpeaba la cara y con las manos en los bolsillos 
regresaba a casa.
 El corazón seco, las manos vacías y el orgullo intacto
 de un sarcasmo indolente. Cuando la idea real de una realidad irreal se
 vuelve inexistente, la paradoja se resiente. Podría ser verdad que la 
sequía es suerte. 
Lluvia de piedras golpean esa suerte.
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