Me gustaría que me dieras tus manos, simplemente para caminar juntos; oir el silencio del tiempo pasar, y descubrir que es bonito estar así.
Tú me las prestas un ratito y mientras yo voy acariciándote poco a poco. Despacito, voy sintiendo: tus poros, tus heridas, tus rojeces, y todo aquello que cubre tu palma y tus dedos.
En un pequeño susurro voy curando tus manos sobre las mias, con la mejor medicina - mi amor por tí-. Sembrando como un boceto el color preciado de nácar, es como siento tu delicadeza.
Te giras, me abrazas, compartes tus labios conmigo. Y el susurro de tus labios unidos a los mios es como que se armoniza el sonido en mis oídos. ¡Es tan sensitivo, y dulce!, que me quedaría eternamente ahí, sintiendo el calor, el ardor, acariciando tus ojos con los míos, en ese brillo que se calma al pasarlos sin querer por mis mejillas.
El esplandor del momento, el amor que sentimos sin hablar, la música que viene de fuera, todo en sí, es cálido y único. No esperaremos más para abrazarnos fuerte y suave, y entre risas calladas, tu corazón me habla.
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