Óscar volvía de la supuesta jefatura de dejar unos papeles (al menos esa fue su excusa para Eva y ella así lo creía). Cuando de vuelta se reunió con Eva.
De pie, con mirada fija la llamó:
-Eva, ya puedes bajar del coche, y dime ¿cómo ha ido todo?.
Hola Óscar –Eva lo miraba con alegría-bueno, creo que ha ido bien, está todo más o menos normal, dentro de esta extraña normalidad.
-¡Eva! –se apresuró a decir-. Me gustaría tomar algo relajado contigo, me gustaría hablar contigo.
-Sí, vayamos a pasear, necesito un paseo tranquilo mejor, sí te parece bien, claro.
-Bueno pues, paseemos pues.
La tarde se tornó con viento, la luz desaparecía por momentos y se iba cerrando el día, ese viento en la cara, hizo que por asombro se despejara la piel de ambos, y el pelo moreno y ondulado de Eva, se movía al viento dando sensación de enorme libertad.
Apenas llegaban las palabras. Óscar iba en silencio, pensaba lo hermosa que podía llegar a ser, porque esos ojos expresaban un claro de sinceridad e impotencia, que la hacían auténtica en todos los aspectos.
Meneaba su cabeza, para no mirarla del todo, porque sentía un poco de culpabilidad, no entendía cómo se había permitido hacerla sufrir y defraudar a una chica que sólo mostraba ingenuidad por todos los poros de su piel.
-Eva, preciosa-rompió el silencio.
-He pensado que podríamos hacer algo especial, algo íntimo y nuestro -susurraba al hablar.
-Me apetecería llevarte a un lugar de ensueño, tener una cena íntima en un bonito hotel y luego disfrutar de una relajación en un spa. -¿Te parece atrevido?-. No digas nada todavía- volvió a apresurarse en sus palabras.
-Tiene que ser un día especial en nuestras vidas, como un comienzo. Al igual que cuando se comienza una nueva etapa, para olvidar el pasado tortuoso.
-He pensado dejarte en mi casa, para que te puedas arreglar un poco , quiero decir que me gustaría que empecemos la cena llevando puesto los objetos más personales que nos puedan identificar, aquello que son los que nos identifican en nuestra vida.
-Sí, que buena idea.-sonrió Eva-, pero lo malo es que sólo llevo este vestido, pero no me importa me gusta, voy cómoda.
-Pues te dejo en casa, te doy tu tiempo y mientras voy a comprarme alguna cosilla que me guste, nos vestimos y mientras reservo ¿te parece bien?, ¿quieres que te regale algo bonito?, ¿te gustaría acompañarme?-las preguntas se agolpaban no sabiendo muy bien el protocolo de la situación
-Sí, Óscar, me parece un sueño, pero no me compres nada, ya habrá tiempo otro día más tranquilamente, ahora quiero descansar un poco.
Sin más tardar, Eva subió a casa de Óscar, aquella casa le imploraba los más íntimos sentimientos, su olor, su calidez, y sus sensaciones nuevas.
Era como un sueño. Se sentó un instante en el sofá y se quedó durmiendo.
Al despertar había pasado tan sólo varios minutos, y fue a tomar una ducha, se duchó así sin más, sin aceites, ni aromas, quería impregnar su olor personal, y además no veía nada femenino en el cuarto de baño de Óscar, que pudiera agradecer su pie, y puesto que las palabras de Óscar hicieron huella en su conciencia, quiso pensar que era una persona nueva. Y le hizo caso.
Volvió a mirar su cuerpo como si lo estuviera descubriendo por primera vez, su piel era más suave de lo que pensaba, y sus curvas parecían más voluptuosas de lo que había apreciado, se sentía sexy y deseada por un hombre que le gustaba tanto que se avergonzaba de sus pensamientos.
Luego no se secó con la toalla dejó que el aire la vistiera. Volvió a la habitación y escogió un vestido que llevaba puesto por suerte era un vestido que compró cuando se independizó, y claro….dentro de su bolso, atado con una cuerdecita, un pequeño estuche de trapo, donde dentro tenía los pendientes que le regaló su padre.
Mientras tanto Óscar, llegó con la ropa que había comprado y se vistió con un polo azul marino y unos vaqueros que le sentaban muy bien, unos zapatos negros de cordoneras, y un ancho cinturón de cuero marrón; estaba de lo más sexy. Esperaba impaciente a Eva desde la otra habitación, queriendo escapar alguna mirada a través de la puerta, pero no lo hizo.
Y aunque no le podía decir nada, aún así, él aguardaba cerca de aquella puerta a que ella terminara tranquila.
Eva, se colocó los pendientes, pintó sus labios de naranja clarito y resaltó sus pómulos con un colorete casi inapreciable, sus ojos se cubrieron de una línea negra tan fina que la marcación en su contorno de ojos, nos mostraba un estilo de lo más elegante, finalizó dorando sus pestañas un poquito. Frente al espejo se sintió fresca (por suerte para ella, siempre llevaba en su bolso, un estuche de maquillaje-era muy previsora-)
Girando su vista hacia el vestido, se lo colocó despacito, entonces se percató de lo bien que le sentaba, puesto que no era un traje ceñido que presionara sus curvas, esta vez no quiso que le compararan uno nuevo, le gustaba el que llevaba puesto, era traje suelto, sencillo, de color naranja, con florecitas, le daban un aspecto informal y alegre, lo quiso combinar con un peinado juvenil, qué mejor que unos recogidos, escapándose algunos rizos.
Estaba diferente.
Óscar la miró como si fuera un ángel, (siempre tenía esa bonita sensación) y cada vez se reafirmaba más en este pensamiento, estaba seguro que esta chica tenía un aire diferente.
Eva, le miró con cierta picardía, al encontrar esos ojos que la contemplaban con admiración.
-Hola Óscar de nuevo –dijo Eva, sonrojada. –Estás muy guapo..entonces..pues … ¿nos vamos?.
Adelante señorita, vayamos a cenar.
Al entrar al restaurante había un pequeño jardín con una fuente,- desde luego era un hotel precioso; y al detalle.
Pero Eva, tenía cierta mirada incierta y prosiguió a decir:
-Tengo miedo Óscar- le miraba con tristeza.
-¿Por qué Eva? , ¿A qué tienes miedo?
- A despertar.- continúo diciéndole a Oscar.-Verás, no soy una niña tonta, soy una mujer y todo esto me parece algo precioso, pero irreal, o quizás es que crea que esta clase de cosas no me pueden pasar a mí.
-No temas, no te voy a dejar.- La miró con gran ternura, como si estuviera delante de una niña indefensa y le colocó un brazo sobre sus hombros.
Unos pasos más y llegaron a la mesa. Y más relajados charlaron, rieron y se creó un ambiente distendido e incluso se besaron con delicadeza, como dos completamente enamorados.
Al terminar, decidieron ir al spa.
Óscar la miró con ese aire interesante que tienen los hombres cuando desean a una mujer.
-Eva, ahora nos toca la sorpresa, el médico me ha comentado que para que estés relajada no hay nada mejor que un jacuzzi.
-Ja, ja, sí, el médico ¿verdad?, ya decía yo que era buen médico.
Al llegar al spa, se encontraron varias parejas relajándose en el agua, y algunas familias. De repente Eva cayó en la cuenta de que…
-¡Óscar, llevo los pendientes que mi padre!, los cuales, me regaló al cumplir 18 años, me da miedo que se pierdan por las burbujas y además tengo la tuerca un poco suelta.
-No te preocupes Eva, subo un momento a la habitación y los guardo en la caja fuerte, espérame ¿vale?.
-Oh, qué buena idea, muy bien espero aquí relajada.
Fue el momento perfecto, Óscar subió rápido a la habitación y dejó los pendientes en la caja fuerte, no sin antes abrirlos ya que en su forma de cajita azul, se encontraba el chip.
-Sí, dijo para sus adentros, está como me dijo Gorka.
Acto seguido, bajó al spa a relajarse con Eva, estando ella ajena a la tetra de su amigo.
Pasaron un par de horas disfrutando del agua, de la sensación de relajante y jugaron con sus brazos y piernas y se besaron dulce y placenteramente, hasta que terminaron con un tranquilo masaje, que estimuló sus sentidos.
Al llegar a la habitación, no hubo cabida para las palabras, hicieron el amor de la forma más dulce, excitante y amorosa que jamás pudieron imaginar.
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