martes, 26 de enero de 2010

Cap. II

A la mañana siguiente los ojos de Sonia parecían como siempre entre una mezcla de sueño atrasado y algo inflamados por las lágrimas.
Se levantó y fué a la cocina a prepararse un café antes de despertar a Abdul para llevarle al colegio, era temprano habitualen ella últimamente puesto que no dormía mucho, eran las seis de la mañana para ser exactos.
Recordaba momentos de su matrimonio, lo mucho que había amado a su marido, y lo felices que fueron cuando empezaron una vida juntos. Pero el destino hizo que el se enamorara de otra chica, y fué así casi sin darse cuenta, cada día se iba apartando más y más de Sonia.
Ella recordaba que lo notaba distante pero pensaba que sería el trabajo o la rutina, hasta que un día el se lo confesó. Estaban en el sofá viendo una película, y en al finalizar el se colocó las manos en la cara y puso una expresión entre culpabilidad y verguenza. Entonces empezó a hablar.
Sonia lloró, le gritó, se enfadó, y después fueron entre sollozos y angustia a dormir.
A la mañana siguiente ella pensó en dejarle, pero no podía hacer eso le quería demasiado y no soportaba la idea de no volver a verle, tocarle o sentirle para ella era un suplicio solo pensar en algo así, y apareció otra vez aquella mirada de desconsuelo.
Los días trascurrieron y para ella fue una pequeña tortura, ya no sabía de que hablarle, su comunicación se volvió precaria e inesistente por momentos, casi ni se miraban.
Al mes de la conversación con su marido, un día el apareció desolado, y estuvieron hablando, su amante le había dejado.
Ella pese al dolor le consoló, era tanto su amor que ni siquiera después de todo el daño le permitía sentía rencor.
El intentó volver con ella, ahora que ya no tenía amante pensó rehacer su vida con su mujer.
Pero Sonia ya no podía soportar aquello era humillante para ella, no se sentía con diginidad, y pensó que si perdía su dignidad iba a perderlo todo en ella. Así que un día le rogó que a pesar que le quería como su vida, si de verdad la respetaba como mujer debería marcharse.
El lo entendió y salió de sus vidas.

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