Me encontré con su mirada fija pero desapareció al instante, es como si hubiera pasado el tiempo o se anticipara para que ese preciso momento ya nada se pudiera apreciar con la vista.
Al terminar ese cansado y estenuante paseo, mis piernas pedían un descanso, sabían que iba tras tu mirada, pero nada me prometía alcanzarla, ni el tiempo, ni el deseo, ni un escenario, o una secuencia de planos, nada, nada, me alentaba, tan sólo la energía de mi interior que fluía rápida, para poder calmar mi anhelo de verte de nuevo.
Terminé la caminata y habían pasado seis años desde mi comienzo, entonces sentí una enorme desesperanza, no vería tus ojos más,-¡qué trágico final!- pensé bajo sollozos-.
Para mí, era...
.... esa ventana a mi alma la que encontraría jamás.
Y lloré muchísimo al verificar el final.
Las heridas de mis pies se hacían profundas y no podía seguir caminando, tuve que parar y miré al cielo, -ese cielo vida mía, al que tú también pedías sueños mágicos, el mismo azul transparente de mis deseos- y allí creo que un breve lapsus de recuerdo hacia la vida de tu mirada, me permitió sonreir de nuevo.