Me encontré con su mirada fija pero desapareció al instante, es como si hubiera pasado el tiempo o se anticipara para que ese preciso momento ya nada se pudiera apreciar con la vista.
El camino flanqueado por altos árboles de tronco fino que parecía mecerse al unisono del viento parecía cada vez más eterno. Aquella senda inacabada recorría envuelta la atmósfera de partículas de polvo, eran moléculas al aire, volantes incansables, cuya vida participaban en mi densa respiración.
Al terminar ese cansado y estenuante paseo, mis piernas pedían un descanso, sabían que iba tras tu mirada, pero nada me prometía alcanzarla, ni el tiempo, ni el deseo, ni un escenario, o una secuencia de planos, nada, nada, me alentaba, tan sólo la energía de mi interior que fluía rápida, para poder calmar mi anhelo de verte de nuevo.
Terminé la caminata y habían pasado seis años desde mi comienzo, entonces sentí una enorme desesperanza, no vería tus ojos más,-¡qué trágico final!- pensé bajo sollozos-.
Para mí, era...
.... esa ventana a mi alma la que encontraría jamás.
Y lloré muchísimo al verificar el final.
Las heridas de mis pies se hacían profundas y no podía seguir caminando, tuve que parar y miré al cielo, -ese cielo vida mía, al que tú también pedías sueños mágicos, el mismo azul transparente de mis deseos- y allí creo que un breve lapsus de recuerdo hacia la vida de tu mirada, me permitió sonreir de nuevo.