Acabo de llegar de mi viaje. Vengo de un lugar precioso, donde el verde se funde con la fría ciudad, allí me sentí una más. Nadie se dio cuenta de mi acento, no preguntaron y fueron amables. Hice algo que no hacía en años, así como una cuenta pendiente, me confesé y tomé la comunión. Claro que el sacerdote se pasmó cuando le dije todo el tiempo que no confesaba e iba a misa, pero sentí que debía hacerlo, era como mi rincón olvidado en el corazón y en mi mundo.
Creo que no importa tu creencia o lo que quieras realizar, el caso es que si notas que algo falta en tu vida debes ir poco a poco incorporando las experiencias que por lo que sea te hacen sentir bien.
Para mí era un problema de conciencia, necesitaba volver a mi creencia. Y sin llevarlo premeditado y no sabiendo el porqué, mientras mis amigos hacían fotos yo me acerqué, y al final todo bien, el sacerdote me dio una estampa de pentecostés, me dijo que era una buena fecha para volver a misa, y que hiciera obras de caridad. Al final todo fue agradable y armonioso.
Parece que viajar me da energía, es como una necesidad, si tú me preguntaras qué siento, te diría que es como chispa en mi interior, dejo el vacío y la rutina de mi día a día y envuelvo mis sentidos en lo que busco, un poco de meditación, paseo y risa.
Y si veo tus ojos junto a los míos ya sé que llegué bien, que tú me das fuerza para seguir y para poder encontrar el amor en todo lo que hago, por eso te diré amor mío que no me dejes a la deriba en un rumbo solitario, ven conmigo, haz que mi piel se despierte en una electricidad continua por sentir la tuya, y que tus besos jugosos no se separen de los míos, en una cascada de alegría y amor.