Murmullos parpadeantes que penetran en mis oidos, y el cielo nos calienta.
A pesar de ser de noche, y sentir tu mirada de vagabundo de cierto mundo, en mis ojos no hay respuesta.
Yo solía andar en la mañana , a veces me preguntaba desde bien temprano el porqué de haber perdido parte de la paciencia que me caracterizaba, otras veces me preguntaba acerca del porqué me costaba sonreir. Siempre me contestaba consolándome, y me decía a mí misma que: igual sería la rutina y el mismo escenario una otra vez lo que hace que no encuentre una razón para imaginar.
Pero aquella mañana me encontré contigo, tú solías tocar frente una iglesia con tu guitarra, pero yo no me había percatado porque iba ensimismada en mis pensamientos que bordeaban entre lo absurdo y lo inlógico, pero siempre terminaban siendo caóticos y sin mucho criterio razonable. Por esa razón no escuchaba tu voz, ni veía la manera delicada de tocar.
Yo me saqué un euro del monedero, por fin esa fría mañana que tan sólo la calentaba tu voz, me dedicí a escuchar.
-¡Qué guapooo!-pensé. Y no dije nada tal vez sí que te sonreí, y eso me hizo olvidar el porqué ya no sonreía últimamente.
Me agaché y te lo dí, tu me inclinaste la cabeza con un saludo y continuaste sin más.
Seguí andando y no te volví a verte jamás, -¡¡ Puede que sí, -¿acaso...tú fuiste un sueño?!! - no quería sollozar y lo hice-.
Me desrrubé y me senté en un peldaño de la iglesia, y entonces te acercaste susurrando en forma de destellos un sonido en mis oídos.
No tendrías riqueza alguna pero habitaba en tu manera de tocar mucha vida, sueño, amor y todo lo maravilloso y emocionalmente humano en aquella sorprendente y sinuante vocecita casi susurrante.
Así fue cómo me diste vida, sueño y mucha esperanza.