Como cada mañana Paula se dirigía a su trabajo, era sábado, y como es normal le apetecía menos ir, puesto que como cualquier chica de su edad había salido el día anterior sus con amigos. Pero esa mañana iba contenta no sabía muy bien el motivo, pero pensado, se había dado cuenta que desde que conocía a Jesús las mañanas en su trabajo eran más agradable.
Al llegar a la puerta principal de su instalación deportiva cumplía el mismo ritual, entrar por la puerta, saludar en el hall a los usuarios con un amable "buenos días", pasar por información y dirigirse al vestuario para cambiarse.
Paula era monitora de diferentes actividades pero hoy le tocaba "natación" y una clase que le gustaba especialmente
natación maternal- era su favorita-, ella sabía que iban a ir papás y mamás con sus retoños, y ella dirigiría la clase a estos minúsculos seres para que se adaptaran y familiarizaran en el agua en estos primeros días o meses de su vida.
Mientras estaba cambiándose en el vestuario repasaba su clase.
Una vez realizada la entrada al agua, los objetivos a realizar serían:
- Explicarles como tienen que coger a su bebé para que se sienta a gusto y no extrañe el medio.
- Juegos de familirización con el medio acuático.
- Coger colchonetas muy finas que se hundan en el agua y colocar al bebé encima de ellas, y ver como la colchoneta al ser tan delgada y no tener peso suficiente tiende a hundirse, esto hace que entre agua por la parte dorsal del bebé y se cubra de ella, y así con este apoyo de material, se irá acostumbrando a la flotación.
- Juegos de apnea muy sencillos.
- Juegos de saltitos con ayuda de los papás desde una colchoneta.
Paula salió del vestuario, y se propuso a sacar el material para tenerlo todo bien organizado.
Unos pasos de chanclas sonando sobre el suelo, apenas se oían pero el instinto de Paula era fuerte, y ciertamente, por un lateral se acercaba Jesús. Levantó su cabeza, mientras estaba agachada recogiendo un flotador, y vió como la luz de la cristalera iluminaba su bonito cuerpo.
-Hola Paula, ¡uy niña ..!-¡qué ojeritas tienes!.
-Bueno sí, -exclamó Paula entre molesta y avergonzada, sintió que la frase no era como decir -buenos días ¡qué guapa estás hoy! y eso le molestaba porque había llegado muy ilusionada.
-No te enfades - corriendo saltó Jesús, te lo he dicho para que me contaras qué tal anoche, ya sabes puro cotilleo.
-Paula se apartó los hermosos rizos castaños de su cara y con aire interesante empezó a hablar y sin saber muy bien el porqué, exageró cada detalle como sí su vida corriera algún tipo de peligro.
-Ahhh, claro, claro...-escuchaba Jesús con atención, mientras oía lo divertido, alegre, y emocionante que, según la versión de Paula había ocurrido aquella noche ( y nada que ver por supuestísimo con lo que ocurrió en realidad), pero Paula quería parecer muy interesante a los ojos de Jesús, y con su joven edad, no se le ocurrió hacer nada más que mostrar de alguna manera que su vida era muy interesante, dándole a entender que era una chica muy sociable, con muchos amigos, fiestas, en fin una chica guay.
Jesús por el contrario al escucharla, se desanimaba por momentos, pensaba que ella era demasiado estupenda para él, que seguro que se lo pasaba mejor con sus amigos que con un compañero de piscina.
En ese momento después de escucharla se alejó.
Paula sintió que algo marchaba mal, entró en el agua y dió una magnífica clase como siempre. Al salir satisfactoriamente de su clase, pasó por delante de Jesús, de alguna forma creyó que se había pasado con la historia y las fantasías.
Le dió un palito en la espalda al pasar por la calle I donde él tenía un grupito de señoras del inserso -menos nadar, formaban un grupo de risas, cotilleos- que al pobre de Jesús le costaba dominar.
-Paula se rió al ver el apuro de Jesús -paciencia amigo, paciencia.
-Oye, por cierto Jesús,-¿ nos tomamos al salir un aperitivo?.
Jesús no comprendía, le estaba invitando a salir.
Mientras tanto Paula miraba con impaciencia una respuesta.
-Sí Paula, me encantaría.
-Vale, pues en cuanto me ducho, paso por tu vestuario y te doy un toque en la puerta -sonreía de nuevo con una aplastante seguridad, volvía a irse moviendo sus cabellos rizados a la espalda y girándose para guiñarle un ojito.
Así fue como quedaron, y de manera más tranquila sin exageraciones, ni fantasías, hablaron, rieron y bueno y......todo acontenció un día en la Piscina.